Verano y redes sociales: cuando la imagen pesa más que el disfrute

El verano puede ser luminoso por fuera, pero muy ruidoso por dentro.
Sol, cuerpos, fiestas, viajes. Las redes sociales se llenan de fotos de playa, abdominales marcados, grupos sonrientes en destinos exóticos. Y mientras tanto, muchas personas sienten un peso creciente: el de no estar “viviendo suficiente”, “enseñando suficiente” o “gustando suficiente”.

Para muchas personas LGTBIQ+, y especialmente para hombres gays, el verano en redes sociales puede convertirse en un escenario de comparación constante, donde el valor personal parece medirse en músculo, planes, piel y popularidad.

La trampa de lo visible

Nos enseñaron a construir una imagen para ser queridos, validados, deseados. Y en verano con las redes sociales, esa presión se multiplica. Porque ahora no solo se trata de vivir, sino de mostrar que lo estás pasando bien, que tu cuerpo está “listo”, que estás incluido.

Y si no lo estás, aparece el ruido interno:

  • “¿Por qué no me invitan?”
  • “¿Por qué no estoy tan en forma como ellos?”
  • “¿Qué estoy haciendo mal para no gustar, no destacar, no pertenecer?”

Las redes sociales se convierten en un escaparate colectivo donde la experiencia interna queda silenciada por la urgencia de pertenecer visualmente.

Lo que no se ve en las stories

Lo que no se muestra es la ansiedad, la sensación de vacío, la necesidad de encajar.
No se muestra el cansancio, la comparación obsesiva, los días que no hay plan, ni ganas.
No se muestra el cuerpo no entrenado, el miedo a no gustar, la herida de no ser elegido.

Muchos hombres gays viven el verano como una especie de evaluación silenciosa: ¿estás lo bastante bueno, divertido, social, sexual? Y lo peor es que la respuesta nunca es suficiente, porque el algoritmo de la autoexigencia no tiene fin.

¿Y si no tengo nada que mostrar?

A veces no tener nada que mostrar en redes no significa que no estés viviendo. Significa que estás viviendo hacia dentro. Quizá este verano necesitas parar. No demostrar. No gustar. No producir contenido. Solo habitar tu cuerpo, tu silencio, tu no-plan.

Eso también es valioso. Eso también cuenta.

La desconexión disfrazada de conexión

Muchas veces, al ver las stories ajenas sentimos que estamos conectando. Pero en realidad, nos desconectamos de nosotros mismos. Entramos en un modo automático de scroll y comparación, sin registrar cómo nos afecta.

Y si además estás en un momento sensible —duelo, ruptura, baja autoestima, búsqueda de trabajo o crisis vital—, el verano en redes puede convertirse en un gatillo emocional muy potente.

Un verano más amable

  • No estás obligado a mostrar nada.
  • Tu cuerpo no necesita validación externa para tener valor.
  • No todos los veranos son expansivos: algunos son para recogerse.
  • Puedes salirte del juego de la comparación, aunque sea por unos días.
  • Puedes silenciar cuentas que te generan malestar, sin culpa.

El verano también puede ser una oportunidad para bajar el volumen del afuera y escuchar lo que realmente necesitas. Descansar. Respirar. Reconectar. Soltar la presión de gustar. Volver al placer real, no al que se publica.

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